I. La nota encabezó la sección internacional del ABC.es del miércoles 17, día de la segunda posada.
La entrevista -muy convencional, acaso sobre un cuestionario estructurado- aparece firmada por Blanca Torquemada. Ilustra una foto de Marisela Ortiz. La cabeza cita esta frase de la luchadora juarense: "Matar o violar a una persona en México es un ejercicio de poder".
Conclusión de su experiencia cívica: "Creo que estos crímenes que se han generalizado en la República Mexicana son ejercicios de poder. Las violan y las matan porque lo pueden hacer. Una mujer en México es cien por cien violable".
Tiene rabia Marisela, se nota en las suscintas respuestas. Como si una impotencia asfixiante respondiera por la mujer valerosa que debe ser. Por ejemplo al hablar de nuestros gobernantes:
"Están más presionados que sensibilizados. Espero que cuando el presidente de México solicite un crédito a alguno de los países de los que depende, se le niegue. O que se condicione su concesión a que resuelva los problemas de su país. No sé cómo Felipe Calderón se atreve a hablar de Derechos Humanos en la ONU."
Contraste obvio: ¡cuánta distancia respecto al razonamiento de los "patriotas" poblanos que juzgan inconveniente enjuiciar al ¿frustrado? violador y presunto pederasta El Precioso porque razonan que castigar al criminal empoderado tras las instituciones perjudicaría al interés colectivo!
(Llegado aquí me pregunto cómo procesará la élite poblana -quizá la más católica del país, hospedataria del arzobispo primado- en su vida cotidiana, durante el desayuno y el bautizo de los hijos o nietos, a la hora del café con los amigos, en la soledad de la ducha o en el cielo del amor, su defensa del gobernador bartlista.
Y, ¿por qué será que tantos políticos mexicanos: Bartlett, Marín, Ortiz, Ebrard, etc., padecen el síndrome de Adal Ramones? ¿Será así de normal en otros países?).
II. Recuerda Marisela que se reconoció el problema de Las Muertas de Juárez sólo cuando ella misma denunció afuera de México la desaparición de Liliana Alejandra, una alumna suya.
Aquí nunca pudo llamar la atención hacia tan inusual concentración de asesinatos de mujeres en la ciudad fronteriza. Para no variar, la prensa mexicana no le hizo mucho caso: "Hasta entonces los medios de comunicación habían sido simple reflejo de la voz oficial. Sólo decían que a las mujeres las asesinaban por relacionarse con narcotraficantes, por llevar pantaletas rojas o por frecuentar centros nocturnos".
Ni mucho menos las autoridades: "Una autoridad llegó a decirme, '¿no tiene miedo?, porque yo sí'. Me aclaró de plano que no iba a ayudar".
Cuesta arriba, contra la tolerancia de las instituciones nacionales hacia el crimen, empezó Marisela su gesta cívica. "Ya no se podía seguir disimulando", apunta.
III. A contrapelo de la interesada negación oficial, Marisela dispone de una explicación coherente del fenómeno de Las Muertas de Juárez aunada a factores varios: la ubicación fronteriza de la ciudad, el súbito incremento poblacional desde 500 mil hasta unos 4 millones, el narcotráfico, la apertura de lavaderos de dinero y otros negocios ilícitos, la corrupción pública característica de México todo, y además, la inusual aglomeración de mujeres jóvenes suscitada por las maquiladoras.
El último caso ocurrió hace dos semanas, era una niña de 14 años. Se repitió la pauta horrible: "Torturada, violada, asesinada, y ahora con un elemento más, con cinta tape en los labios, en la nariz y en los ojos, como comúnmente dejan los narcotraficantes a sus víctimas; volteada boca abajo y con las manos atadas en la espalda".
(¿Tal vez para inculpar a los narcos? -vuelvo a dudar.)
El hecho es que así nos ve el mundo a México y los mexicanos.
¡Debe ser porque así somos!
¿O será una pesimista y amargada Marisela quien traiciona a la patria al decir a los extranjeros cosas tan feas sobre nuestra sociedad narca?
¿Viva México?
La entrevista -muy convencional, acaso sobre un cuestionario estructurado- aparece firmada por Blanca Torquemada. Ilustra una foto de Marisela Ortiz. La cabeza cita esta frase de la luchadora juarense: "Matar o violar a una persona en México es un ejercicio de poder".
Conclusión de su experiencia cívica: "Creo que estos crímenes que se han generalizado en la República Mexicana son ejercicios de poder. Las violan y las matan porque lo pueden hacer. Una mujer en México es cien por cien violable".
Tiene rabia Marisela, se nota en las suscintas respuestas. Como si una impotencia asfixiante respondiera por la mujer valerosa que debe ser. Por ejemplo al hablar de nuestros gobernantes:
"Están más presionados que sensibilizados. Espero que cuando el presidente de México solicite un crédito a alguno de los países de los que depende, se le niegue. O que se condicione su concesión a que resuelva los problemas de su país. No sé cómo Felipe Calderón se atreve a hablar de Derechos Humanos en la ONU."
Contraste obvio: ¡cuánta distancia respecto al razonamiento de los "patriotas" poblanos que juzgan inconveniente enjuiciar al ¿frustrado? violador y presunto pederasta El Precioso porque razonan que castigar al criminal empoderado tras las instituciones perjudicaría al interés colectivo!
(Llegado aquí me pregunto cómo procesará la élite poblana -quizá la más católica del país, hospedataria del arzobispo primado- en su vida cotidiana, durante el desayuno y el bautizo de los hijos o nietos, a la hora del café con los amigos, en la soledad de la ducha o en el cielo del amor, su defensa del gobernador bartlista.
Y, ¿por qué será que tantos políticos mexicanos: Bartlett, Marín, Ortiz, Ebrard, etc., padecen el síndrome de Adal Ramones? ¿Será así de normal en otros países?).
II. Recuerda Marisela que se reconoció el problema de Las Muertas de Juárez sólo cuando ella misma denunció afuera de México la desaparición de Liliana Alejandra, una alumna suya.
Aquí nunca pudo llamar la atención hacia tan inusual concentración de asesinatos de mujeres en la ciudad fronteriza. Para no variar, la prensa mexicana no le hizo mucho caso: "Hasta entonces los medios de comunicación habían sido simple reflejo de la voz oficial. Sólo decían que a las mujeres las asesinaban por relacionarse con narcotraficantes, por llevar pantaletas rojas o por frecuentar centros nocturnos".
Ni mucho menos las autoridades: "Una autoridad llegó a decirme, '¿no tiene miedo?, porque yo sí'. Me aclaró de plano que no iba a ayudar".
Cuesta arriba, contra la tolerancia de las instituciones nacionales hacia el crimen, empezó Marisela su gesta cívica. "Ya no se podía seguir disimulando", apunta.
III. A contrapelo de la interesada negación oficial, Marisela dispone de una explicación coherente del fenómeno de Las Muertas de Juárez aunada a factores varios: la ubicación fronteriza de la ciudad, el súbito incremento poblacional desde 500 mil hasta unos 4 millones, el narcotráfico, la apertura de lavaderos de dinero y otros negocios ilícitos, la corrupción pública característica de México todo, y además, la inusual aglomeración de mujeres jóvenes suscitada por las maquiladoras.
El último caso ocurrió hace dos semanas, era una niña de 14 años. Se repitió la pauta horrible: "Torturada, violada, asesinada, y ahora con un elemento más, con cinta tape en los labios, en la nariz y en los ojos, como comúnmente dejan los narcotraficantes a sus víctimas; volteada boca abajo y con las manos atadas en la espalda".
(¿Tal vez para inculpar a los narcos? -vuelvo a dudar.)
El hecho es que así nos ve el mundo a México y los mexicanos.
¡Debe ser porque así somos!
¿O será una pesimista y amargada Marisela quien traiciona a la patria al decir a los extranjeros cosas tan feas sobre nuestra sociedad narca?
¿Viva México?